viernes, 6 de diciembre de 2013

Wind made a love story







Veintiuno del diez del dos mil trece. Once y media de la noche. El viento y yo éramos protagonistas de un romance silencioso; él me susurraba y acariciaba con aire gélido y yo le respondía con el temblor de mi cuerpo.

No había duda. Estábamos predestinados a vivir un tórrido y apócrifo amor en el que nadie hablaba.
La noche pasaba y el tiempo volaba. Algo abstracto estaba siendo parte de mi vida y una humana de un fenómeno atmosférico.

Cincuenta y nueve minutos se iban al compás del viento, los cuales nunca regresarían.
Y ahora el minuto sesenta, el que marcó mi noche y perfeccionó el romance;
Apareció de la nada, en mitad de la noche, cubierto por capas y capas de ropa. A diferencia de mí, no le gustan los amores fríos.
Estaba helada, congelada en esa película, cuando de repente su sonrisa deshizo el frío.
Ésta sería la segunda parte de mi obra. El viento se había esfumado, ahora, solo era el antagonista.
Con sus perfectos labios se presentó y rozó mis mejillas. Olía a vainilla.
En esta parte habían sonrisas y palabras, pero como siempre, en una película alguien es malo. Pues bien, no era alguien, era algo; el maldito aire.
En el ambiente cálido me congelaba y soplaba más fuerte, celoso del nuevo protagonista.
Deseaba un abrazo de alguien, exactamente de él. Deseaba estar envuelta en sus brazos como un caramelo y apoyar mi cabeza sobre su pecho. Pero solo era eso, un deseo.

Tres de la madrugada. Ya no queríamos ser protagonistas de nada. El cansancio y el sueño nos sustituían cada segundo.
Entraba en acción la despedida: si, esa despedida que dicen que es tan dolorosa y difícil de aceptar.
Yo le dí la bienvenida. Entre actos me robó un beso. Un beso suave y sencillo. Labios congelados y corazón caliente.

Con gusto me despedí del viento y le dí las gracias por haber formado parte de una historia que me haría cambiar.

Así que, querido antagonista, gracias por tu participación.


No hay comentarios:

Publicar un comentario