domingo, 12 de febrero de 2012

Amor, Sufrimiento y Odio (VII)

- Papa, ¿no tienes nada que decir al respecto?
- Ya sabes que pienso de estos temas, ah, y por cierto, mientras estés con un chico, no me vuelvas a hablar, y si necesitas algo, ya sabes dónde está tu madre.
- Pero, ¿Se puede saber que narices te pasa?
- Oye jovencita, que tengas 16 años, no significa que tengas derecho a hablarme de esa manera.
- Des de que murió Julia, estás más raro, nunca sonríes, llegas más tarde a casa, ¿ te emborrachas, o que?

Mi padre, al hacerle esa pregunta, se cabreó y me dio una bofetada.
Jamás creí, que él, lo pudiera hacer, es mi padre, si, pero no tiene derecho a pegarme.
Furiosa, subí a mi habitación, me encerré y me puse a llorar. Mientras mis padres, estaban discutiendo, como siempre.

- Te has pasado.
- Que me habré pasado, se lo merece. La hemos malcriado.
- No digas esas cosas. Es tu hija, y la tienes que tratar como tal.
- No, ya no es mi hija, mientras esté con ese cerdo, no lo será nunca.

Y a partir de ahí, me volvieron otra vez, las ideas de suicidarme. Era una perfecta víctima. Nadie me quería. Era una extraterrestre. Una desconocida total.

Eran las dos de la mañana, no podía dormir, aun se reflejaban las lágrimas en mis ojos. Suicidarme, una idiotez, pero si era la solución, ¿Porqué no hacerlo?
Me levanté de la cama, y bajé las quince escaleras que hay entre mi habitación y la cocina, me tomé un vaso de agua, y me quedé mirando a través de la ventana.
Era de noche, otra vez ese silencio, esta vez era el aire quien dominaba. Me sentía perdida en un inmenso espacio. Necesitaba los consejos de mi hermana, necesitaba sus abrazos.

Ya volvían, ellas, ya volvían las lágrimas, a cada instante, a cada minuto, ellas siempre tenían que estar ahí.
Quiero ser feliz, no quiero llorar, sea bueno o malo, me había prometido a mi misma, que no volvería hacerlo.
Supongo, que en la vida pensamos que lloriquear, nos solucionará las cosas, a veces pasa, pero a veces llorar, es solamente una tontería, es perder el tiempo.

Ya son las cuatro, faltan solamente tres horas para levantarme, o no lo volvería hacer jamás.

Abrí los ojos, no estaba en casa, era una habitación pequeña, olía a medicina, habían personas vestidas de blanco, gente a mi alrededor, y mis padres sentados en una silla, con cara de preocupación. No estaba en mi cama, era como una camilla.

- Ma..ma..má, ¿dónde estoy? ¿Es un sueño?



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